viernes, 19 de febrero de 2016

La chica del café

Cómo cada mañana, las dos amigas antes de entrar en sus respectivos puestos de trabajo se tomaban un café juntas. Hasta ahí todo normal, entraban en la cafetería de moda en el barrio. El dueño, un señor muy agradable y que preparaba unos cafés de vicio... y ahora es cuando viene el problema, siempre y cuando los preparase el dueño, los cafés estaban muy ricos.
Las dos amigas se sentaban normalmente en un rincón apartado de oídos curiosos, se explicaban sus "secretos de alcoba" una de ellas estaba separada y la otra mal casada que decía ella. solían echar unas risas de buena mañana y aquello les daba energía positiva para todo el día.
-¿Alguna novedad? -preguntaba Pili, la mayor de las dos.
-Bueno, al final lo he bloqueado del Whatsapp, ya no aguanto más al capullo ese -se quejaba Lola de su casi-si-pero-no pareja.
-No es por incordiar, pero ya te dije que esa relación no te iba a llevar a ningún sitio.
-Lo sé, lo sé, pero ya sabes que nadie escarmienta por nadie... y ayer me mandó un mensaje -confesó Lola.
-Eso es que ya le pica -reía Pili, diciéndole algo que ella ya sabía.
En ese momento les llevó el café la hija del dueño, las dos amigas se miraron y empezaron a reír. Matemático los cafés llegaban a la mesa sin el mini croasan que el padre acostumbraba a obsequiar a sus clientes con cada café.
-Te lo dije -señaló Lola, que tenía a la chica un poco cruzada.
-La verdad es que el café cada día le sale peor -se quejaba Pili-, Y eso que según ella es la única que hizo el curso de preparación de café.
-Pues le ha servido de poco -apostilló entre risas Lola- cada vez lo hace peor.
-Creo que nos odia -confirmaba Pili- somos demasiado monas para su ego.
-Por eso solo atiende a las marujas, el próximo día se lo digo.
-Yo creo que nos ve gordas, por eso lo pone aguado y no nos pone el croasan jajaja.
-Ni que yo me entere, he dejado al innombrable porque me llamaba mi gordi, lo que me faltaba -reía Lola recordando a su si-pero-no ex pareja.
-Pues yo quiero un café como tiene que ser; negro como el demonio, caliente como el infierno, puro como un ángel y dulce como el amor. -Citó Pili a Talleyrand.
-Esa frase no es tuya, no empieces con tus filosofadas, ya sé que eres muy culta, para lo que te ha servido jajaja -reía Lola, y con razón, al fin y al cabo su amiga no pasaba de ser una simple dependienta.
-Yo lo que quiero así es un hombre, pero esos no existen y si los hay, están con otros hombres -volvían a reír de sus salidas de pata de banco.
-Bueno, cariño se me hace tarde, entonces ¿qué? le decimos algo a la niña o lo dejamos para otro día -se despedía Lola.
-Venga va, le damos una última oportunidad -concedió Pili magnánima.
-Pero prometido, si mañana es ella la que prepara el café se lo decimos.
-Prometido, se lo decimos -dijeron las dos amigas a dúo, como cada vez que era la joven la que les preparaba los cafés.