Estaba decidida, aquella relación no la llevaba a ninguna parte, así que había pensado romper aquella "pseudoamistad" con derecho a roce, ya que de roces últimamente nada de nada.
Se conocían
desde hacía unos años, pero en realidad hacía muy poco que eran amantes, bueno
si a aquella relación se le podía llamar de alguna manera.
Desde que
la amistad había pasado a ser algo más, parecía que todo se torcía para que no
pudieran verse, aquello no era algo que Rhona hubiese buscado, llevaba mucho
tiempo sola y aunque siempre le había gustado su compañía, como single era
feliz... hasta que Jaime dijo que para él era mucho más que una amiga, que
sentía cosas por ella que no había sentido por nadie más. Rhona
no había querido pensar en esa posibilidad, aunque hacía mucho tiempo que
sentía por él algo más que amistad, pero nunca se atrevió a pensarlo siquiera
en voz alta, eso sí, los sueños que tenía últimamente siempre eran con él, y
eran sueños muy calientes. No por casualidad el "amigito" que se
había comprado llevaba su nombre.
De ahí la
sorpresa cuando sonó el timbre de la puerta y apareció él con una enorme
sonrisa en la cara. En la mano llevaba una copa con un cóctel, el alexander que
le debía desde hacía algún tiempo, le dijo.
Rhona se lo
quedó mirando, le quitó la copa de las manos, le dio un sorbo y con el dulce líquido
en la boca lo besó. No conocía una sensación mejor que el sabor de su boca,
bueno su pene también sabía rico y con solo pensarlo se estaba humedeciendo.
Jaime la
agarró por las nalgas y la atrajo hacía él, no podía negar su excitación, pero
prefirió de momento abrazarla, llevaba tanto tiempo esperando aquel
momento, que temió correrse allí mismo antes de empezar.
-No sabes
las ganas que te tenía -decía él entre beso y beso, gemido y gemido.
-No más que
las mías, con lo abandonada que me tienes.
-Ya sabes
de mis problemas, no puedo dejar la empresa así como así sin levantar
sospechas.
-Bueno, es
más emocionante, sobre todo cuando eres el jefe, no tienes por qué dar
explicaciones.
-Muy simpática ella.
-Lo sé,
lo sé, mejor dejemos el tema, estoy muy caliente y no quiero que me
enfríes jajaja –reía con mirada felina.
Mientras
decía esto le iba desabrochando la camisa, dejando al descubierto el vello canela
de su pecho y lamiendo con ansia sus pezones.
-No sé como
he podido resistir tanto tiempo sin verte, no sabes cómo me pones, me enciendes
solo con el roce de tu maravillosa lengua.
-Pues esto
no es nada para lo que te espera -decía ella mientras le quitaba el cinturón de
los pantalones dejando al descubierto su erecto miembro.
-Tengo una
sed -dijo de pronto él.
-¿Sed?
amor, por favor, estaba pensando comer, deja la sed para luego -hizo un mohín
arrugando los labios.
-La sed que
tengo la pienso saciar en este momento -decía mientras la tumbaba en la cama y
metía la cabeza entre sus piernas.
Rhona gimió
de placer, el roce de su cabeza entre las piernas la podía llevar
al éxtasis, pero lo que la llevaba de verdad era esa lengua jugando
con su clítoris. Las piernas le temblaban mientras las manos de él acariciaban
sus muslos. De pronto levantó la cabeza y empezó a trepar por su estómago deteniéndose en
los pechos, amasándolos con las manos y pellizcándole suavemente los pezones,
para acto seguido meterlos en su boca y jugar con la lengua. Rhona estaba a punto
del orgasmo, los espasmos eran cada vez mayores pero él no quería que se
corriera tan pronto, así que se detuvo y se tumbó a su lado acariciándola solo
con un dedo, haciéndola estremecer y gemir arqueando la espalda.
-Te quiero dentro, muy dentro -pidió
ella.
-No seas
impaciente, todo a su debido tiempo -contestó Jaime alargando el momento, aunque
también lo estaba deseando.
Rhona respiraba agitada,
se volvió hacia él y empezó a besarlo de nuevo, esperando que la llenara, que
la follara de una vez.
Por fin
pareció dar resultado su estrategia y Jaime la penetró con la misma urgencia
que ella demandaba.
-¿Esto es
lo que quieres? pues tómalo, es todo tuyo nena.
-Sigue así,
te necesito muy dentro, este coño te ha extrañado mucho -reprochaba ella.
Jaime empezó
a moverse rítmicamente, mientras Rhona arqueaba la espalda y rodeaba su cuerpo
con las piernas para que la penetración fuera más profunda, los gemidos se
intensificaron y los suspiros llenaron la habitación, las embestidas se
incrementaron hasta que en la última un líquido caliente y viscoso inundó su
vagina acompañado de un éxtasis superlativo.
En aquel momento sonó el teléfono de Jaime.
-No lo cojas, por favor -dijo Rhona sin querer despegarse de él.
-Tengo que hacerlo.
Descolgó y como ella temía le dijo que se tenía que ir, aunque eso sí, prometiéndole que repetirían... antes del verano...